La percepción es algo fundamental a tener en cuenta, si queremos dejar de sufrir ante las dificultades o los problemas con los que lidiamos todos los días, sean leves, medianos o graves. Nuestras reacciones dependen totalmente de lo que percibimos. Lo que pensamos y sentimos ante cualquier cosa depende de la manera de verlo.
Los golpes de la vida son inevitables pero, como revelaba el Buda, el sufrimiento siempre es opcional.
Todos los humanos funcionamos en la vida cotidiana como si percibiéramos la realidad tal cual es. Desde ahí defendemos nuestras opiniones y creencias acerca de cómo son las personas y las cosas. Nuestro sistema de creencias depende de lo que percibimos. Y lo que percibimos se retroalimenta de nuestro sistema de creencias. Creemos que lo que vemos es real. Percibir parece ser un proceso pasivo mediante el cual captamos la realidad. Pero es justo lo contrario: percibir es un proceso activo mediante el cual la mente construye algo a partir de fragmentos de lo real. La mente humana recoge una pequeñísima parte de la realidad y con ese material elabora algo que toma como la realidad misma. Pero lo que se percibe no está ahí; sólo existe en la mente que lo ve. Es una representación subjetiva. Percibir es interpretar.
A nivel físico sabemos que la realidad es infinitamente más amplia de lo que captan nuestros sentidos. Y a nivel psíquico es evidente que la mente humana percibe de manera restringida y distorsionada. Cada uno ve las cosas a su manera. Y eso se demuestra con las diferentes interpretaciones que se suelen hacer acerca de un mismo suceso. Aplicado a las relaciones interpersonales, esto nos trae muchísimos problemas, pues siempre reaccionamos en consonancia con lo que percibimos.
El sufrimiento procede de una visión o interpretación errónea que conlleva pensamientos y sentimientos negativos, de los cuales surgen las correspondientes reacciones emocionales. Y con ellas vienen las palabras o silencios y lo que hacemos o dejamos de hacer. La respuesta que damos en cada situación de la vida está condicionada por nuestra percepción. Controlar a la fuerza nuestras reacciones sólo produce efectos parciales y transitorios. La percepción es la causa. Cambiando la percepción cambiamos de raíz nuestras reacciones internas y externas, de modo natural. Por ese motivo, para solucionar un problema se requiere un cambio de visión, una interpretación diferente que no provoque ninguna forma de dolor o miedo. Desde esa nueva visión vamos dejando de percibir el problema mientras la solución comienza a revelarse.
La herida psíquica no es un proceso pasivo sino activo. Un mismo hecho se puede dejar atrás en un minuto o se puede arrastrar durante años. La mente construye la herida con hechos que pueden ser aciertos o errores de los demás. La construcción de la herida no depende de la intención de quien ataca sino de la intención inconsciente de quien percibe el hecho. Si decides no sentirte atacado, por mucho que la intención haya sido atacar, la herida psíquica no existirá. Pueden destruir tu cuerpo o tu persona, pero lo que tú eres de verdad, en esencia, no puede ser atacado ni con cuerpos ni con personas ni con nada en absoluto. No hay nada que lo pueda dañar pues vive en una dimensión más allá del espacio-tiempo. Todo trauma es la interpretación de un suceso del pasado que persiste en el presente. Es algo que se percibe, aunque ya no está aquí. Los traumas psíquicos leves o graves no contienen sucesos sino elaboraciones que se hacen con lo sucedido. La creación de una herida y su mantenimiento en el ahora dependen de la percepción que las alimenta. Pero mantener la percepción de una herida tiene sus “beneficios” inconscientes para la parte de la mente que los desea.
¿Y qué ocurre cuando alguien decide sentirse atacado, aunque no haya sido esa la intención de quien pareció ser un agresor? La herida aparecerá, por supuesto. Pero cuando alguien decide no sentirse agredido, a pesar de haber sido esa la intención del agresor, la herida no existe porque nunca nació. La mente tiene todo el poder de decidir lo que quiere sentir, algo que hace sin darse cuenta, en menos de una décima de segundo. Y no tiene necesariamente que ver con la intención de quien hizo o dejó de hacer algo que pudo considerarse un ataque.
La ciencia dice que la mente humana no conoce la realidad tal cual es; percibe tan sólo una representación de ella. Como decía antes, la percepción está limitada por dos factores: el rango de lo que captan nuestros sentidos y la interpretación subjetiva que la mente elabora con esos datos.
La física cuántica y las diferentes tradiciones místicas nos muestran un mapa que responde a muchos interrogantes que el viejo modelo no alcanzaba a contestar. Cuando nos acercamos a examinar la materia de la que está constituido un cuerpo, podemos ver que las células están formadas por moléculas y éstas se componen de átomos. Si miramos dentro de los átomos veremos que están construidos por partículas más pequeñas: electrones, protones, neutrones… y éstas a su vez por otras más pequeñas todavía, hasta llegar a las más diminutas partículas subatómicas que tienen la extraña propiedad de comportarse a veces como ondas. Si seguimos más allá de ellas, llegamos a un lugar donde parece que no hay nada. Los científicos llaman a ese lugar “el campo cuántico”. En ese nivel profundo todo lo que existe en el universo está unido a todo. Es una especie de red o matriz de la que nacen las ondas-partículas que constituyen la materia. En ese campo no hay nada aislado del resto; ahí todo está interconectado. La piedrecilla del camino está unida a la estrella lejana. Los árboles y la luna están tan unidos en este nivel como lo están entre sí todos los humanos, no importa a la distancia que se encuentren.
Este plano de la realidad es el objeto de estudio de la física cuántica quien nos dice que, con el simple hecho de mirar a una estrella, estamos haciendo que la estrella cambie. Esta afirmación parece increíble. La ciencia nos dice que la estrella cambia porque el observador y lo observado están interconectados en el nivel cuántico. Más aún, en el fondo, observador y observado en ese nivel son lo mismo. Como decía un gran físico, Erwin Schrodinger:
“Sujeto y objeto sólo son uno. No puede decirse que la barrera que los separa se haya venido abajo como resultado de los experimentos más recientes en las ciencias físicas, pues esa barrera no existe.”
Algunos científicos se atreven a dar un paso más, un paso que conecta con lo que los místicos de las diferentes corrientes espirituales del planeta han experimentado en sí mismos a lo largo de la historia. La estrella cambia porque está en la mente. El universo físico entero está en la mente. Pero no estamos hablando aquí de la pequeña mente limitada que conocemos y con la que funcionamos todos los días. Estamos hablando de la enorme Mente inconsciente, una mente cuántica de la que estamos 100% desconectados en esta breve experiencia espacio-temporal. Se trata de un gran campo de inteligencia, una mente que compartimos todas las mentes que parecen estar separadas entre sí pero que permanecen unidas en ese nivel. Tal como está unida en su base una cordillera de montañas por mucho que sus picos parezcan tener una identidad separada. Tal como cada ola del mar permanece unida a la totalidad del océano, durante el corto lapso de tiempo en el que parece nacer y morir.
Entonces, como decíamos, la percepción no es un fenómeno pasivo mediante el que se capta con objetividad lo que está sucediendo. Se trata de un proceso muy activo mediante el que la mente crea una representación subjetiva de los acontecimientos y las relaciones interpersonales. La mente está creando de manera constante. No descansa ni aún en sueños, aunque el cerebro sí precisa de un relativo descanso. La mente crea las imágenes y sensaciones oníricas que percibe en los sueños nocturnos, de una manera semejante a las fantasías que tenemos cuando soñamos despiertos. Son imágenes y sonidos que han sido creados; no están ahí. Del mismo modo la mente también crea las imágenes y sensaciones que percibe en ese estado de conciencia que llamamos vigilia; en el que transcurre nuestra vida cotidiana.
Lo que experimenta la mente depende de lo que percibe. Y lo que percibe depende de lo que quiere percibir… inconscientemente. Vemos lo que queremos ver. Nunca es casual la interpretación específica que la mente hace de lo que percibe.
“No vemos las cosas tal como son sino tal como somos.”
El Talmud
Tal vez a estas sabias palabras de la tradición judía se le podría añadir: “… tal como creemos que somos”. Pues proyectamos afuera lo que creemos ser por dentro. Las imágenes que percibimos de las personas y las cosas están relacionadas con la imagen inconsciente que tenemos de nosotros mismos. Sobre este respecto dice la sabiduría popular a través del refranero: “Cree el ladrón que todos son de su condición”. No solo el ladrón ve posibles robos, también el santo se enfoca en santidades. Pero no es necesario ser ladrón, basta con creer que lo somos. Percibimos en el exterior un reflejo del mundo interno. De hecho, interior y exterior no existen; todo es uno. El exterior es la pantalla sobre la que se refleja la película que cada uno lleva en su mente. Hay películas con guiones muy diferentes, pero en el fondo todas se parecen en algo: o generan amor y paz o generan miedo y conflicto.
Cada uno tiene sus propias lentes que deforman lo que percibe. Todos llevamos puestas unas “gafas perceptivas”. Es como si en sus cristales se proyectara una película que se entremezcla con lo que llamamos realidad. Parece que podemos ver a través de las gafas, pero éstas son más opacas que transparentes. A pesar de eso, todo el mundo cree en la realidad de lo que ve. Parece que solo creemos en lo que podemos ver, pero se trata más bien al revés. Como dice el título de un libro: “Si no lo creo, no lo veo”. De este modo caminamos por la vida y nos relacionamos con los acontecimientos y con las personas creyendo que vemos la verdad acerca de los demás y de lo que está sucediendo. Pero olvidamos que en nuestras lentes se están proyectando las imágenes de la película que nuestro inconsciente desea. Y eso es lo que realmente vemos.
Como dijo Sócrates: “Solo sé que no sé nada.”
O también del mismo sabio: “La verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia.”
Ahí se resume una actitud, una duda sana, a partir de una reflexión profunda que nos permite reconocer la limitación de la experiencia humana con sus errores perceptivos. Esta aceptación es la condición necesaria para corregirlos. El humilde reconocimiento de la ceguera es lo único que nos puede llevar a recuperar la vista perdida. Puede darnos alas para ampliar y madurar, paso a paso, nuestra capacidad perceptiva. Nos va acercando a un estado de conciencia en el que hay paz y, por tanto, el sufrimiento cesa.
Si conociéramos las creencias y deseos que contiene el complejo universo de la mente humana podríamos actuar en consecuencia. Pero no somos conscientes de la mayor parte de sus contenidos, del mismo modo en que apenas sale en la pantalla del ordenador una ínfima parte de toda la información del disco duro. Lo que llamamos mente consciente constituye tan solo la puntita del enorme iceberg de una mente dotada de inusitado poder. Es esa gran mente, inconsciente, la que genera la realidad que percibimos. Y es en una parte de esa mente, llamada el tomador de decisiones (en ese nivel), en la que se encuentra la capacidad de elegir a cada instante el Ser que realmente somos o seguir eligiendo (ojalá que cada vez más conscientemente) el ego, lo que creemos ser, que es lo que nos genera sufrimiento, lo que ya llevo comentando en otros artículos y vídeos.
Cuando aceptamos la naturaleza subjetiva de lo que percibimos, podemos entender mejor una de las leyes fundamentales de la percepción que dice que lo que se ve refleja el estado mental del perceptor. Lo que se ve no refleja la realidad “externa” sino la “interna”. Lo que percibimos acerca de alguien no nos habla de esa persona sino de nosotros mismos. Si tuviéramos esto en cuenta, todas nuestras relaciones interpersonales gozarían de un mejor nivel de salud. Pues si en el fondo vemos lo que queremos ver, deberíamos tener en cuenta a la parte de nuestra mente que comete errores con respecto a lo que quiere ver. En la mente inconsciente existe un conflicto que se manifiesta cíclicamente en nuestra consciencia. En algunas ocasiones experimentamos sensaciones de amor y felicidad inefables. Pero cada cierto tiempo, también, entramos en un agujero de oscuridad en el que el amor parece no existir y su opuesto, el miedo, ha impregnado toda nuestra pantalla con sufrimiento… en cualquiera de sus formas. Esta mente de la que hablamos, oscila entre dos sistemas de pensamiento, o de percepción entre los que elegimos a diario sin saberlo.
Pero poco a poco, si quieres y solo en la medida que vayas queriendo, puedes ir haciéndolo consciente. Da igual si estamos en el ego, que es lo normal, o estamos en el Ser (casi nunca por el miedo inconsciente que sentimos). Lo importante en principio, es que simplemente nos demos cuenta, nos lo reconozcamos y no lo escondamos o justifiquemos. Eso es lo mejor que podemos hacer, con mucha paciencia, práctica y tan amable contig@ mism@ como puedas en cada momento.
Este texto está basado en el escrito “Percepción y Autoconocimiento: Bases Teóricas” de mi amigo y compañero José Luis Gil Monteagudo. Médico y Psicoterapeuta.
Gracias.
Buena práctica y buen camino compañer@.
Namaste
6 respuestas
Gracias Gracias Gracias ???? Paz
Gracias querida Nieves. Paz
… La piedrecilla del camino está unida a la estrella lejana. Los árboles y la luna están tan unidos en este nivel como lo están entre sí todos los humanos, no importa a la distancia que se encuentren…
Todo está interconectado ????
Muchas gracias Jordi por estos artículos que nos ayudan en nuestro camino de vida ????
Que así sea querida Xisca. Gracias. Namaste
Muchas gracias por este post, Jordi!
No solo ha llegado en el momento adecuado para mí, sino que me ha aclarado un poquito el tema cuántico ????
Una sugerencia (no recuerdo si trataste ya este tema): ¿cómo podemos llevar lo inconsciente a la consciencia?
Un abrazo enorme
Gracias Sara querida, me alegra lo que compartes. Y muy buena sugerencia la tuya. Aunque no le he puesto ese título, sí que de forma más o menos explicita lo voy diciendo en casi todos mis artículos y vídeos. También hago referencia a eso al final de este artículo en cuestión. Cualquier aclaración la tratamos cuando quieras Sarita, será un placer. Un abrazo!